FRANCISCO ALARCÓN
Américo Martín
Francisco Alarcón levanta una pared de vidrio frente al paisaje
externo, pero sobre todo frente a la Humanidad. No lo hace para detener el tiempo ni
derrotar a los heraldos de la
Muerte , sino porque su vinculación con los demás no suele ser
natural, ni fácil. Ante lo que desprecia, esa relación carece de algodones
diplomáticos y toma la forma de un tejido dermatoso. Ante los inocentes y las
personas íntegras, es de una generosidad extrema, como si el acontecimiento
luminoso se le pudiera escapar. Como verdadero poeta, Francisco no hace
concesiones; se da por entero.
Américo Castro denominó “centáurico” el temperamento castellano por
articular perfectamente la existencia objetiva con el hecho inmediato de estar
existiendo. Ninguno como el español ha enlazado esas dos objetividades en lo
que Castro define como integralismo, es decir: centaurismo.
El autor de la extraordinaria España
en su historia, dice que pocos
pueblos se vuelcan tan plenamente en lo que hacen. De ahí la furia española
cuando se trata de defender el honor, la religión, el territorio o el equipo de
fútbol. El español integra la ilusión de las causas imposibles.
Según
Castro:
La historia hispana es la pugna
entre individuo y masa, entre el intento de
razonar y la disolución de la razón… entre la
cultura racional y la espontaneidad primitiva,
entre la norma y la anarquía. La civilización
hispana vivió –vive- emparedada dentro de
tales disyuntivas
Por unir esos extremos, Castro habló del integralismo o centaurismo
hispano. El centauro es mitad animal mitad humano. Es la sin razón unida a la
razón. El símbolo de la integración, el volcarse con mente y cuerpo.
Algunos venezolanos caben en esta definición. Entre los poetas a
quienes les va la vida en lo que escriben está Francisco Alarcón. La muerte y
la tentación de amistarse con ella flotan en su obra.
Los agravios de la vida están escritos con sangre en sus obras, sin
trazas de artificio, metáforas o metonimias forzadas. Alarcón hace poesía para
no hundirse.
Los animales humanos desean ser reconocidos. Alarcón también, pero fue
el instinto de sobrevivencia lo que lo arrastró con tanta desesperación y
entrega a la poesía. Parecerá esa una frase convencional, pero en verdad fueron
la escritura y un suave sentido del humor las poleas que lo levantaron del pozo
donde estaba sepultado.
En mi
prólogo a su libro Segundo Aire, lo
resalto:
- El humor salva a este
solitario venezolano
de la desgracia personal, cuyas peripecias lo
habrían conducido al desastre final si no hubiese
encontrado en el manantial poético y en la
efímera sensación de superioridad del humor, las
fuentes del segundo aire que
nos lo han devuelto para que asuma su destino
Hablo de un humor latente, suave, sin violencia; algo desvanecido en
sus recientes obras, porque la fuerza expresiva de Francisco ha cobrado un
ímpetu y una densidad tales que lo excluyen.
En la primera etapa de su hacer poético nos dio varias exquisiteces.
En A una españolita, parodia de la
Casada Infiel , toma a la chacota al gitano engañado por
la bella malmaridada:
Aquella
noche corrí
ilusionado
a su meta
y
tras algún relatillo
que
le eché por pura treta,
me
porté como quien soy,
como
un gitano poeta.
La
regalé un poemario
y un
vinillo de a peseta
Y no
quise enamorarme
porque
al írseme, suelta,
me
dijo en lengua castiza
que
no usé yo bien la zeta
Sin ser aficionado a los Cantos, se valió de uno
para deslizarse hacia la amable naturaleza, su nueva etapa:
- Canto a la Naturaleza , ubérrima,
fría, caliente
fresca con su agua cristalina
bordeada de auroras de esmaltes verdes en
contraste con el ocre de su tierra
Me gusta ella, porque en ella se siembran
nuestros despojos.
Posteriormente nos lleva como Virgilio a Dante del infierno de las
relaciones humanas hasta el cielo de la muerte. Desde la Naturaleza a la Parca , fase culminante del
poema.
Por
desprecio a la vida reviste de libertad la guadaña:
Canto a la muerte, la admiro, la
presiento, la huelo a cada minuto,
de ella no me oculto ni me encierro, vive conmigo
desde hace ya tiempo
queriendo bendecirme en vida para llevarme todo
completo
Admiro a la muerte, anda sola siempre, es fiel
compañera, eterna e imperecedera
igual que para Quevedo, tiene más de
caricia que de pena
Francisco alaba a la emisaria del Averno. Se deja llevar al desenlace.
Sin ser ateo necesita testimonios, quizá milagros. Su Dios no infunde miedo:
Yo soy el Dios que no asusta
Lope de Vega sólo sabía amar u odiar. Quizá una frase de circunstancia
para el Fénix pero no para Alarcón.
Acepta o rechaza y cuando la realidad aprieta, lleno de zozobra, rebota
hacia Dios:
En este momento en que la suerte del hombre
vaga sin rumbo
(……….)
¿Dónde te ocultas?, ¡da la cara!
(………)
Con tu bondad infinita
con responsabilidad pagana y sabiduría humana
dime ¿por qué te escondes del hombre que has
creado?
Su maduración poética, finalmente lo ha vuelto sobre sí mismo. Podría
apropiarse con probidad del introito del gran Canto de Walt Whitman:
Esto no es
un libro. Quien lo toca está tocando a un hombre.